RAPA DOS

La segunda temporada de Rapa, nos presenta a los dos principales «investigadores» de la temporada anterior. Pero en otro tiempo y en otro lugar. Tiempo y lugar cercanos. MaiteMónica López, la inspectora de la guardia civil, y Tomás, Javier Cámara, el profesor de Secundaria aficionado a las novelas de misterio y de mal carácter, con un ELA cada vez más avanzado, comparten piso en Ferrol. Su convivencia amistosa muestra la soledad emocional de ambos, a la vez que encuentran un cómplice para el día a día de su profesión o de su pasatiempo y en cuyas necesidades físicas, cada vez más acuciantes y convenientemente. Maite entrega sin reservas su afecto. Tomás, refugiado en el sarcasmo, parece huir de su realidad de manos artríticas y andares renqueantes ejerciendo de detective privado. 

Aparecen nuevos secundarios, tramas nuevas. Algunos sirven de unión a las dos tramas paralelas que forman la serie. Destacar a un personaje que parece que se quedará en la tercera y última temporada, Telmo, interpretado por Darío Loureiro. Hay que sumar el impactante y puntual regreso de Norma,  Lucía Veiga, asesina impune de la primera entrega.

Pero no nos vamos a encontrar una repetición del esquema de la primera temporada. No tenemos masajes «tensionantes». No muestra desde el principio al asesino o asesina; los espectadores no partimos con ventaja respecto a los protagonistas. Al revés que en la primera tanda, cuando desde el inicio sabíamos quién es la culpable. Rapa ahora sigue el modelo de Hierro, la otra serie de sus creadores para la plataforma, y no desvela la incógnita, cada episodio es un viaje junto a sus personajes para adivinar los criminales. Es un esquema de focalización basado en la multiplicidad de puntos de vista que busca la sucesión de golpes de efecto basados en una malévola disposición de la información, no exenta de trampas. La multifocalidad se emplea bien para generar impacto o con un afán contextualizador, de manera que robustece las descripciones de los entornos familiares y laborales por los que circulan los personajes.

Hablaba de lugar cercano: de Cedeira a Ferrol, treinta y cinco kilómetros, cuarenta minutos de coche por las carreteras gallegas. Ferrol ha sido un acierto y servido para que Rapa se centrase más en los personajes y menos en el entorno, aunque siga siendo importante. Un Ferrol gris, pero menos menos asfixiante que Cedeira. Si en la primera temporada se notaba un deseo de emular el efecto de Hierro, aquí tiene mayor entidad por sí misma.

No esperéis un minuto de descanso: sin sobresaltos, pero sin pausa. Con un encaje de piezas para acabar los dos finales bien cerrados y sin sobresaltos; en definitiva, convincentes. Un producto de suspense naturalista, donde nada se resuelve de forma sencilla ni espectacular, los «detectives» son unos personajes complicados y la justicia un objetivo ideal a perseguir más que algo alcanzable. 

La trama del Arsenal y sus tejemanejes internos es novedosa por implicar el espacio que en el que discurre y la colaboración de la propia Armada para su grabación. Pero, en general, es el típico caso en el que hay mucha pista falsa solo para alargar y la resolución acaba siendo la más verosímil.

La segunda no es demasiado original, quizás porque el conflicto es más tópico y sobreexplotado por la ficción reciente, pero al menos no se anda con remilgos, y arregla un poco una cuestión de la temporada anterior, en la que parecía que a asesino se llega por maldad químicamente pura. pero viene a poner a nuestro detective inverosímil, antipático, un poco idiota, egocéntrico, en un caso que en un producto más convencional se resolvería de forma brillante y vagamente desencantada. Pero aquí no, aquí te coloca en el dilema moral de descubrir por casualidad quién es el culpable y si merece castigo o no.

Lo que sí se parece más a las partes interesantes de la primera Rapa o de su prima hermana Hierro son escenas como la de la jueza que recibe a la sargento mientras almuerza y está pensando más en la respetabilidad de las formas y sus relaciones sociales que en el caso en sí. Aún así el cuestionar el papel de la Armada en una comunidad pequeña como Ferrol se ejecuta de forma muy superficial se deja claro que militares los hay como en botica: competentes, corruptos, politizados y honestos. No es original, pero seguramente más fiel a la realidad..

En definitiva, un suspense, noir o como lo quieras llamar bastante por encima de la media pero que algunos verán por debajo de la primera entrega. No es una de esas series que arrasa, pero tiene algo que en ocasiones es difícil de encontrar: un contenido bien llevado, sólido y que, esta vez, ofrece todo lo que el espectador puede esperar- Un entretenimiento sólido pese a tomarse algunas licencias dramáticas – Tomás dejando entrar a Norma a su casa; Maite cruzándose con ella en la escalera, un arma homicida (el coche) abandonado durante dos décadas en un desguace con pruebas en su interior – Destacar la evidente complicidad entre Javier Cámara y Mónica López. 

Por último, una serie llena de referencias a la literatura y series, que relee los clásicos con gracia y, sobre todo, con respeto. 

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