🐷 EL DESVELO DEL FANTASMA \ LPPIII_014

Una noche más dando vueltas en la cama.
Escuché alaridos estrepitosos que provenían desde el interior de la casa en ruinas.
Un rayo nocturno crispó la estancia.
La lluvia adquirió sonoras semblanzas.
De súbito, abrí los ojos y no vi a nadie por los pasillos de la casa.
Traté de conservar la calma, empecé a autoevaluarme, a autoanalizarme, aunque no era el momento adecuado. 
Por qué perder la tranquilidad en un lugar inhabitado, me preguntaba.
Trastabillé al dar unos pasos más adelante de mi campo visual.
La casa se mostraba fría y vacía.
Me asusté de la profunda melancolía de mis pensamientos. En otro tiempo, qué era, en este tiempo que fui. nadaban mis ideas. 
Necesitaba salir al exterior, pero un rayo de sol le hería la palidez de mi tez. 
La oscura y doliente silueta que soy ya había pasado en el tiempo, sin percatarme.

Busquete participa con este relato en el concurso La pezuña de plata


Comentarios

  1. Creo que Trikolz lo apuntaba claramente en el comentario de otro relato. En textos así, hay que repasar los errores ortográficos. La intención debe concentrarse, por ejemplo, en el tópico, en el final calamitoso, en la incoherencia de algunas frases que parecen pegotes de gotelé en una pared lisa, etc...

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  2. Una historia que que utiliza los recursos ya conocidos para crear un ambiente fantasmagorico, una casa en ruinas, alaridos, rayos que iluminan estancias.
    Sin embargo me ha gustado la triste historia del que parece ser el fantasma que no recuerda que lo es.
    La redacción resulta en algunas frases contradictoria y sintácticamente enrevesadas, incluso están en primera y tercera persona dentro de la misma frase. Quizás Busquete, busque remarcar el estado confusión al en el que se encuentra su personaje. No se, es una idea pero vaya usted a saber.
    En general no le veo para pezuña.
    ¡Suerte!

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  3. Qué relato tan lúgubre lóbrego, pero no es para pezuña

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  4. Continúa la pesadilla. Me gustan estas pesadillas que se extienden más allá del papel o la pantalla y alcanzan al espectador o lector y lo envuelven en su atmósfera pesadillesca hasta hacerle perder el sentido de la realidad. Ese sentido aquí es ampliamente perdido y a esa inevitable pérdida contribuyen esos pequeños pero eficaces detalles dejados por el autor como lucecitas en nuestro camino, como “alaridos estrepitosos” escuchados en una “casa en ruinas”, o como el “rayo nocturno” o “la palidez de mi tez”, o las “sonoras semblanzas” que adquiere inexplicablemente la lluvia indispensable. Tal vez parezca un poco extraño eso de “dar unos pasos más adelante de mi campo visual”, como quien trata de saltar sobre la propia sombra o alcanzar su reflejo en el espejo, pero no es imposible que, fuera del resplandor del rayo nocturno, el campo visual sea tan reducido que no alcance ni a los propios pies de quien camina en las tinieblas de una casa fría, vacía y desolada, por lo que los pasos siempre serán dados fuera del campo visual del andante.

    Que no haya motivos para tener miedo no es razón suficiente para no tenerlo, del mismo modo que no es suficiente saber que el llanto no arregla nada para no llorar, y con mayor motivo perder la tranquilidad en un lugar excesivamente tranquilo y demasiado inhabitado.

    ¿“En otro tiempo, qué era, en este tiempo que fui. nadaban mis ideas.”? Eso no está bien, la frase no está bien construida y resulta incómoda (elocuente el símil del gotelé de Matilda) por lo que, por una vez y al contrario que con el campo visual, os ahorraré mis interpretaciones lógicas e hiperrealistas y dejo el suspenso tal como lo ha dejado el autor del relato, que es un modo de respetar su carácter esotérico e impenetrable.

    ¿Un fantasma, un vampiro herido por el sol? La atmósfera de terror se disuelve en un mar de cacofonías psicológicas e inverosimilitudes que socavan lo poco que pudiera haber de sólido en el conjunto. El horror ha sido alcanzado por el cubismo. La intención de distorsión es obvia, el resultado fielmente consecuente con esa intención, por lo que el relato nada aquí como el pez en el agua. Y poco más se puede decir de un terror tan conscientemente trabajado como hábilmente malogrado.

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  5. Un mal despertar, nada más.

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