🐷 EL FONDO DEL MAR YA NO ES LO QUE ERA, AUNQUE SIGUEN SIN PARABÓLICA \ LPPIII_004

La sirenita nadaba bajo del mar cuando la vio un señor con su cola esa tan bonita que ya la quisieran para sí algunos merluzos y el señor, que de merluzo no tenía un pelo, no sé si sería calvo o qué, le escribió un cuento que a la sirenita no le gustó nada porque la sirenita, la del cuento, terminaba fatal, la pobre, y a la sirenita, la de verdad, le dio una congoja muy acongojada ese final tan acongojante.
Entonces la vio otro señor, que digo yo cuántos señores hay bajo del mar, y le hizo una película con final perdiz, pero la sirenita ya se había vuelto bajo del mar con su cola de pez esa tan bonita que no es de merluzo, y no la vio porque bajo del mar no tienen parabólica ni falta que les hace para nadar.
Total, que le hicieron una estatua.

Náyade participa con este relato en el concurso La pezuña de plata

Comentarios

  1. Una niñita de tres años de edad no se habría explicado mejor que tú, Náyade. Te felicito por tu extenso vocabulario y epatante léxico. Tu cuento es un gran rival a batir

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  2. Acongojado estoy
    Malo es. Buen trabajo

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  3. Sin pies ni cabeza, como debe ser. Pues suerte!

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  4. Así se hace. ¡ A pasarlo bien escribiendo y que salga el sol por Antequera! Según leía te iba viendo Náyade. Sonrisa arriba, media sonrisa, carcajada... A lo lejos, el sonido de un teclado en el fondo del mar.

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  5. Algunos elementos que contribuyen a la desarticulación del espacio narrativo (sucumbiendo a la tentación de la interpretación):

    1 La superposición de voces que crean un efecto de alejamiento de la unidad de conjunto e impiden atribuir a una voz estereotipada la plétora de impulsos que bulle bajo la superficie del relato. Difícil sería, como se ha sugerido, atribuir el relato a la narración espontánea de una niña de tres años porque si bien las torpezas (nadaba bajo del mar, un señor con su cola esa tan bonita) narrativas podrían hacer pensar en un cuento improvisado, un examen más detenido muestra las singularidades de esa presunta improvisación y las discordancias respecto a la peculiar idiosincrasia de esa voz unitaria. Vemos cómo el relato es muy consciente de sí mismo recurriendo una y otra vez, en su brevedad, a juegos de palabras hueros (no sé si sería calvo… en alusión a lo de no tener un pelo de…, la congoja acongojada y acongojante [la congoja no está acongojada, lo está quien se acongoja, ni es acongojante, lo es lo que acongoja], final perdiz, etc.).

    2 Y en relación al punto anterior: la disparidad de las múltiples voces narrativas y referencias a tópicos culturales hace de este relato una pieza de relojería de un relojero manifiestamente lúdico y relajado.

    3 En estrecha relación con los puntos anteriores vemos cómo la imposibilidad de juzgar desde un único paradigma narrativo otorga al relato una consistencia mantecosa y volátil y aun diríamos: evasiva, procediendo esa evasividad del alejamiento de la intención irónica del narrador respecto a lo narrado y la narración, diríase que se burla de sí mismo y de su propia burla intrascendente en un juego infinito de parodias en el que resulta difícil anclar la voz propia de la autoría.

    4 Y en consecuencia y en relación muy estrecha con todos los otros puntos mencionados anteriormente, todas esas voces y vocecitas se amalgaman en una síntesis que destaca por las inercias de la imaginación literaria y el ingenio fácil que se deja llevar por el juego elemental y el automatismo de la conciencia lúdica con la consiguiente ausencia de concordancia entre los distintos enfoques, donde anacronismos y bagatelas se entremezclan redundando todo ello en un conjunto heteróclito de nimiedades, exacerbando la confusión y contribuyendo a un considerable incremento de la entropía local que propicia la desintegración de las estructuras narrativas clásicas que es, en mi opinión, lo específico de la inespecificidad característica del relato marino que tan explícitamente se delata en su entresijo inasible.

    Por todo lo dicho, adivino aquí una clara intención de resultar obvio en su facilidad de recursos torpes, con esa desidia de la imaginación creadora, pero con la astucia de quien se sabe respaldado por la circunstancia del lugar en que aparece esa frivolidad perseverante y calculada. Se plantean así interesantes confrontaciones entre la sofisticación de la trivialidad y la trivialización de lo sofisticado, destacando asimismo la problemática de la lectura y sus presupuestos previos, la unidad, la dispersión, la reagrupación de los elementos bajo un nuevo enfoque revulsivo y apócrifo. Si aceptamos que unidad de la voz implica naturalidad y seriedad de la intención, la dispersión es puro juego metanarrativo que se mueve entre distintas perspectivas sin afianzarse en ninguna. La crítica seria se vería atenazada por terribles problemas al evaluar textos como estos, tan acérrimamente voluntariosos en su intención de dar al traste con todos los intentos de sistematización y racionalización llegando a un punto en que, rozándose sutilmente la autoparodia, digamos, no hay por donde salir airosos y, como al tratar de construir una casa sobre arenas movedizas,
    naufragamos irremediablemente
    sepultados por el peso de nuestras propias palabras,
    análisis,
    interpretaciones y
    pensamientos.


    Todo se explica si menciono mi último libro leído: “La vida instrucciones de uso” de Georges Perec: lo inútil, los puertos de mar; en este homenaje a la sirenita, subrayado así ahora por mí también.

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  6. Un cuento, una película y una estatua. Un corte de mangas le hubiera hecho yo a la desagradecida esa.

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