Nadie


Previsiblemente otra película de violencia gratuita y puñetazos. Y oye, que haberlos haylos pero es mucho más que eso. «Un poquitín excesivo pero soberbio» en boca de uno de los personajes define en pocas palabras Nadie, la última película de Ilya Naishuller.

Así, a bote pronto y salvando las distancias, me trajo a la memoria Una historia de violencia de David Cronenberg. El caso es que Nadie recuerda muchas cosas ya vistas en otras películas pero el conjunto resultante es un entretenimiento exquisito de sangre, pólvora y metralla. Pero entre balas y huesos rotos se dibuja una metáfora de la crisis existencial de la mediana edad a la que dan cuerpo las contenidas muecas y la mirada insinuante de Bob Odenkirk, el Saul Goodman que ya en Breaking bad decía aquello de Better call Saul! (ambas series puedes verlas en Netflix). Magnífico.

Todo en esta película funciona

La presentación de los personajes está perfectamente calibrada y en pocos minutos nos dibuja el perfil exacto de cada uno de ellos. 

En la primera escena, un hombre esposado, con la ropa ensangrentada y magullado, saca una lata de comida para gatos de uno de los bolsillos de la chaqueta, del otro un abridor. Los dos policías que hay en la minimalista sala de interrogatorios le preguntan su nombre y en respuesta les dice que es Nadie. Acto seguido saca de la misma chaqueta un gato que deja sobre la mesa y que se pone a comer. 

Aquí arranca la enorme analepsis que compone la película, con permiso de Sunset Boulevard o El crepúsculo de dioses de Billy Wilder, que fue la primera película construida íntegramente en un flashback. Inmediatamente después y con cuatro golpes de calendario, sabemos quién es/era Mitch Mansell. Un padre de familia anodino y mediocre. Vemos una agresión casual en su vivienda que nos permite apreciar las reacciones de los personajes que le rodean y es la excusa para hundirle aún más en el ninguneo constante al que parece sometido. Y digo parece porque en ningún momento pierde la calma ni da muestras de querer otra cosa.

Otro ejemplo de buena presentación es Yulian, a quien conocemos antes de verle la cara por el comportamiento incívico de su 4x4 que es el comienzo del plano secuencia similar a la presentación que hace Brian de Palma del personaje que interpreta Nicolas Cage en Ojos de serpiente, siguiendo el modelo de Orson Welles en Sed de mal. Impecable.

Durante todo el metraje el ritmo de la acción funciona como el mecanismo de un reloj suizo. La violencia en todas sus formas esta hábilmente trabajada: la controlada (sumisión familiar), la contenida a la espera de un desencadenante (la pulsera del gatito), la que se evita (la escena del salón de tatuajes), la que se retiene (un bebé enfermo y una pared de ladrillos), la que se libera («cuando el señor cierra una puerta abre una ventana»: el autobús nocturno), la necesaria para sentirse vivo (recuperar la juventud), la tarantinescamente explícita (mucha y variada)… todas ellas mantienen una sobriedad formal y una planificación sin artificios que no opacan ni el milimétrico trabajo de cámara ni la excelente fotografía.

Solo destacar al gran protagonista invisible: la banda sonora de David Buckley y la selección de clásicos de blues, soul y swing que salpican y potencian cada una de las imágenes que aparecen en pantalla.

Puedes ver Nadie en cines. El resto de las películas citadas las puedes encontrar en eBiblio o en las bibliotecas municipales de Leganés.

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