A quien buen Árbol se arrima: el hijo del padre

—Necesito la contraseña.
—El Hijo del Padre.
—¿Te refieres a Jesucristo?
Martin esbozó una pequeña sonrisa, con los ojos cerrados.
—Me refiero a Lucifer.

Víctor del Árbol Romero
vuelve a cautivarnos con su nueva obra, El hijo del Padre. Por ahora no está ni en las Bibliotecas Municipales de Leganés ni en eBiblio Madrid. Pero si la encontráis en las librerías o grandes centros comerciales no dudéis en comprarla.

Víctor del Árbol te adsorbe con sus obras, como un encantador de serpientes, en la que el lector es la serpiente, que baila o se mueve al ritmo que marca la flauta.

Podemos reprocharle que se mantenga en lugares comunes ya vistos en sus anteriores obras: Barcelona, La División Azul. Igualmente es similar la temporalidad, histórica, a la que aparece en La tristeza del Samurái. También empezamos en Extremadura y aparecemos en Barcelona.

Pero escribir sobre lo que se conoce no es malo. Como en este caso. Los lugares y tiempos comunes le permiten crear una historia que te envuelve desde el principio. Te vas adentrando en ella poco a poco y terminas cautivado. Pura literatura. Al final te das cuenta que te has imbuido en la crudeza de la historia y has disfrutado de ella, pese al golpe final. Aprecias, más tarde, que sin engañarte no te ha dado todas las pistas, que faltan momentos, descripciones. Has caído en la trampa de la buena literatura. Bendita trampa.

Descripciones de paisajes, situaciones y personajes perfectas, no exentas de dureza. Como ejemplo:

No era la tierra de los hombres, aunque los hombres la habitaran, disputando el territorio a las palomas cojas, los perros sarnosos y las ratas negras. Un mercado que visitaban ocasionalmente las gaviotas y donde aparecía de tanto en tanto algún cadáver sin historia.

Simón, El hijo de Alma Virtudes y Diego son los personajes centrales. Perdedores. Familia Martín:  abuelo, padre e hijo. Perdedores cada uno a su modo. A mi no me dan pena estos perdedores. Tal vez no se lo merezcan, pero buscan el camino fácil, reniegan de su clase, buscan la venganza. Pero a la vez buscan la redención. Aunque les lleve a la muerte. Infelices consigo mismos, y lo contagian a quienes les rodean. 

Como había hecho él toda su vida, negándose a aceptar que era como su padre, como su abuelo. De los que se marchaban, de los que huían. Durante demasiado tiempo se había engañado creyendo que era distinto, que había levantado los puentes levadizos para que la infelicidad no le alcanzase.

Una pequeña biografía del autor y reseña de sus premios:

Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) fue mosso d’esquadra desde 1992 hasta 2012 y cursó estudios de Historia. Es autor de las novelas El peso de los muertos (Premio Tiflos de Novela 2006), El abismo de los sueños (finalista del XIII Premio Fernando Lara 2008), La tristeza del samurái (Prix du Polar Européen 2012), traducida a una decena de idiomas y bestseller en Francia, Respirar por la herida (finalista en el Festival de Beaune 2014 a la mejor novela extranjera), Un millón de gotas (ganadora en 2015 del Grand Prix de Littérature Policière), La víspera de casi todo (Premio Nadal de Novela 2016), Por encima de la lluvia (2017) y Antes de los años terribles (2019). En 2018 fue nombrado caballero de las artes y las letras de la República Francesa.

No quiero que falte la música en mis comentarios. En este caso aparece en el libro.

Dos piezas dispares.

La primera O mio babbino caro de Puccini en la voz de María Callas, y con ella recordáis nuestro post sobre opera.

Y el toque rockero lo ponen los Ramones. De su undécimo álbum Brain Drain, extraigo la canción Punishment Fits the Crime, El castigo se adapta al crimen, que refleja bien el libro.

Niño llora en su sueño
Y la vida hace promesas que no puede cumplir
Y luego tuviste, tuviste suficiente.
Te das cuenta de alguna manera, de alguna manera
Tu destino fue planeado desde el primer día.

Comentarios

Entradas populares