✒ VALENCIA ROJA

Ana Martínez Muñoz, nacida en 1982, estudió informática y posteriormente trabajó como personal de apoyo a la investigación en el Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Valencia así como en empresas del sector tecnológico, hasta que aprobó las oposiciones para el área TIC de un Ayuntamiento en una localidad cercana a Valencia. Apasionada de la literatura desde muy joven, ha realizado cursos de escritura creativa y de novela negra con Rosa Montero y Susana Sánchez Gijón. En la actualidad, compagina sus tareas profesionales con su pasión por la lectura, la música y la escritura. Valencia Roja es su primera novela. Antes de haber sido publicada en España, ya ha vendido sus derechos de traducción a Francia e Italia. 

En el verano del 2016 La Feria de Muestras acogió el Valencia Sex Festival, un festival para reivindicar «el porno como forma de expresión artística» bajo el lema: «El porno sí es cultura». Ello dio pie a la valenciana Ana Martínez Muñoz, que jamás asistió a este festival, a escribir un relato sobre este tema. Trasladado al presente surge Valencia Roja, que se inicia con un festival porno del este mismo nombre y que lleva como lema: «El porno es cultura». Un director y productor de cine para adultos aparece muerto durante el festival. 

Motiva a la autora su preocupación por el mundo que rodea al porno, sin entrar en el morbo. Tampoco entra en profundidad en el asunto. Como no lo hace en el de la prostitución, que adjunta en su historia. 

Su novela sigue los cauces que marcan, actualmente, los escritor@s del género: división en capítulos cortos que van dando cada vez más pistas sobre los personajes y sobre el posible asesino; protagonista femenina, en boga; pasado problemático de la o el protagonista, que se muestra o no, según el gusto del aut@r; tendencia a detallar las muertes gracias a un/a forense; investigación lenta, con muchas pistas que no suelen llevar a nada; presiones «de los de arriba»; envidias o diferencias, casi insalvables con los compañeros; si la protagonista es mujer, estas se acentúan, por alguno de los componentes del equipo, lo que provoca dificultades extras a nuestra «heroína»; no puede faltar el enamoramientos o relaciones personales entre miembros de la unidad.

Algunos autor@s, como es el caso, procuran situarnos en las calles con sus nombres, cual callejero actualizado, sin faltar descripciones espaciales que sitúan al lector en fiestas o ambientes emblemáticos de la ciudad. Pero al llevarnos por zonas residenciales o turísticas, pierde el morbo que crean lo barrios «chungos».

Hay que destacar que entre la sangre y la violencia también hay educación. Un capítulo nos muestra la conversación de uno de los protagonistas con sus hijos para advertirles sobre, la pornografía, el consentimiento, el poder de las redes, sobre el derecho a la intimidad, sobre sexo, y sobre el universo que se esconde tras cada relación, ya sea de pareja, de familia o laboral.

Lo mejor, y lo que marca el potencial de la autora, es la descripción de los personajes; principalmente de Nela y Andrés. Conforme avanza la lectura cogen, lentamente, fuerza y personalidad, generando que el lector quiere descubrir casi más de ellos mismos que del propio crimen. Pero la autora lo deja para siguientes libros.

En mi opinión la lectura tiene un pequeño bache a mitad del libro, más debido a la sensación de haberlo leído antes, que por la historia en sí. Ciertamente remonta al final, de una manera brillante y trepidante, pero ensombrecida al jugar la carta de la psicopatía. Lástima.

Espero que Ana Martínez Muñoz, coja una personalidad propia, y saliéndose de los cauces, cree una obra que no se pierda entre otras tantas del género.

Como referencia musical tenemos blues. la protagonista, Nela, compagina sus labores de inspectora de policía con ser cantante en en grupo de blues.

«—Me apetecería tocar algo más alegre. Como «In the Mood», de Miller.

Ximo, que está apoyado sobre su guitarra, suelta una risotada.

—Joder, Neli… Esa está más oída que la sintonía del Telediario.

—Por eso… Todo el mundo la conoce, es como «La Macarena» del jazz —responde ella jocosa al tiempo que sonríe y arquea una ceja»

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