Agridulce 1795
«Yo no creo que exista gente buena de corazón, me parece mucho más normal pensar que todos tenemos motivos personales para hacer cosas que parecen buenas», explica el escritor. El sádico aristócrata Tycho Ceton, y la dudosa moral de sus perseguidores, que se abandonan, definitivamente, a la idea de que el fin justifica los medios, confirman esa oscura visión moral del ser humano. He aquí uno de esos motivos del regusto agridulce.
Otro motivo puede ser que después de haber leído las anteriores, 1793, y 1794, ya hicimos referencia a éllas, nos hayamos inmunizado a la maldad, a la locura, a la suciedad, a la corrupción, a la pobreza, a la desigualdad, a … que 1795 nos parezca más «suave» que las anteriores. Pero no nos engañemos esta novela histórica, o novela negra, o de ambos géneros es igual que las anteriores en sus descripciones. Mantiene el estilo, la estructura, con descripciones «espantosas», «repugnantes», mención digna la del vertedero cuando dos de los personajes huyen «… hay varias cosas sobre la Suecia del siglo XVIII que son mucho peores que mis descripciones, pero que decidí que no podía transmitirlo directamente al lector, no solo porque es demasiado perturbador, sino también porque su estupidez y crueldad es casi increíble»
Estamos en 1795, huele mal y la vida carece de valor. Lo podemos ver lejano, pero ¿tal vez no es igual que ahora? En el fondo en qué hemos avanzado, mejorado como seres humanos. Esa es la gran pregunta después de leer la trilogía. Agridulce.
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